Por Ileana Manucci

Amamos el fútbol. Las argentinas lo vemos, lo jugamos y lo sentimos como muchos argentinos. Planificamos dónde ver cada partido del mundial, con quiénes, qué vamos a comer y tomar. Algunas tienen cábalas, casi todas camisetas, banderas y gorritos.

Nos enojamos y entristecemos cuando las cosas no salen bien dentro de la cancha, y nos emocionamos y celebramos cuando, como hoy, podemos vivir estos triunfos épicos.

Pero así como nuestras jugadoras de la selección hacen sus reclamos porque antes de una competencia internacional las hacen dormir en un colectivo, no les pagan viáticos ni premios y les dan la indumentaria del 2010, las mujeres que hoy vemos el mundial también tenemos mucho para decir.

No es novedad la decadencia del periodismo deportivo argentino. Hace años que vienen haciendo gala de pronósticos apocalípticos, de chusmeríos de vestuarios, de crucifixión de jugadores; queriendo enseñarle desde un micrófono cómo se patea un penal al mejor jugador del mundo que, claro, puede fallar.

Si así de impresentables son con aquellos con quienes trabajan, a quienes siguen en sus partidos y que deben entrevistar, casi que sería un milagro que en sus coberturas piensen en que entre sus espectadores, hay espectadoras.

«Por los pibes, por el señor que está en su casa y no da más»; «Contale a tu hermana, contale a tu tía lo que estamos viendo»; «Si hoy no te emocionaste, no tenes sangre en las venas hermano».

Ni una para nosotras en los relatos. Así como nos invisibilizan en los spots y en los equipos periodísticos que mandan a cubrir. Así como nos invisibilizan cuando las cámaras sólo nos muestran si somos rubias de ojos celestes o morochas exuberantes, para que los relatores digan «che me parece que subió la temperatura». Se les nota tanto lo machirulo.

Pero como las mujeres en Argentinas estamos en pie de lucha por nuestros derechos y por esos espacios que siempre nos han negado, nos las ingeniamos para jugar nuestro mundial. Los grandes equipos de Igualdata, Economía Feminista y DataSketch (Colombia), actualizan en sus redes, durante cada partido, los datos del Mundial de la Igualdad, una iniciativa a través de la cual visibilizan el nivel de desarrollo de cada país comparando, entre los competidores, indicadores como proporción de legisladoras en cada parlamento, la esperanza de vida de las mujeres, el año en que cada país otorgó el voto femenino, las leyes sobre aborto, la cantidad de días que se otorgan de licencia por maternidad y paternidad, y si el matrimonio igualitario es legal o no.

Fuera de las redes, otro grupo también creo para esta ocasión Feminista Mundial, una trasmisión feminista del Mundial de Rusia. Las chicas se juntan para cada partido de Argentina en el bar de FM La Tribu, en Buenos Aires, y arrancan con una previa en la cual discuten los sentidos que se construyen alrededor del evento deportivo, los derechos humanos y el fútbol no hegemónico, en búsqueda de un nuevo relato del deporte. A la hora del pitazo inicial, le dan mute a la pantalla gigante y los relatos y comentarios son en vivo, en voces femeninas. 

«Es feminista porque a contra marcha de lo que dice la liturgia mundialista, pasan otras cosas además de los partidos de fútbol, y si el periodismo deportivo y patriarcal no habla de eso, nosotrxs si», explican en su fanpage de Facebook. «Es feminista porque construye desde una apuesta afectiva de la organización, bajando las banderas enormes y habilitando en las mismas jugadas distintas preguntas, recorridos y experiencias. Es feminista porque está organizado por nosotrxs, algunas futbolistas, otras relatoras, comentaristas, productoras, técnicas con convicción por construir otro relato del deporte, uno que hable del futbol y de otros deportes, incluso uno que no se distinga por géneros. Todo fútbol es político».

Es cierto que a este mundial viajaron 10 mujeres periodistas y relatoras, pero ninguna forma parte de los equipos central de los canales por los cuales nos llegan los partidos de Argentina. Somos cada vez más, pero seguimos siendo relegadas a lugares poco visibles.

Mientras el mundial sigue, por suerte -gracias Messi, gracias Rojo-, nosotras seguimos disfrutando y sufriendo con cada partido, abrazándonos en cada gol y construyendo desde diferentes espacios nuevas formas de ver y sentir la pasión por un deporte que también es nuestro y por el cual vamos a pelear, en las canchas, en las tribunas, en los micrófonos y en cada lugar en donde no nos quieran dejar jugar.

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