Lucha trasandina

   

Chile no tuvo suerte en su primer Mundial, le tocó compartir grupo con el mejor del mundo, Estados Unidos. Pero más allá de los resultados, al igual que las argentinas, este Mundial pretende ser el puntapié inicial para el esperado desarrollo del fútbol femenino chileno.

Por Ileana Manucci, desde Francia.

Domingo soleado y caluroso en París. La primavera comienza a aparecer y se hace sentir. La temperatura sube aún más en los trenes de la línea 9 del metro, que tiene parada a media cuadra del Parque de los Príncipes y que iban repletos de yanquis. Recién en las inmediaciones del estadio comenzaron a aparecer las y los chilenos, pero eran clara minoría.

Estados Unidos vive los mundiales femeninos como en Argentina se viven -por ahora- solo los masculinos. Trajes con la bandera, vinchas de la Estatua de la Libertad, caras pintadas y todo, pero todo, tipo de merchandising. Además, claro, de las camisetas con los nombres de sus estrellas: Alex Morgan, Carli Lloyd y Lindsey Horan, entre otras.

Dentro del Parque de los Príncipes el «U-S-A, U-S-A» era ensordecedor. Pero la respuesta se hacía oír también: «Chi chi chi le le le, viva Chile». Algunos minutos después la voz del estadio anunciaría que 45.594 personas estaban en el lugar. Este fue, hasta el momento, el partido con mayor asistencia de público del Mundial, superando al partido inaugural en el que jugaron Francia y Corea.

Fue victoria yanqui, finalmente. Pero mientras muchos apostaban con cuántos goles se iba a despachar hoy EEUU -luego de los 13 que le hizo a Tailandia-, el último campeón «solo» pudo hacerle tres a La Roja. Y ese «solo» tres fue, en gran parte, gracias a la arquera y capitana chilena: Christiane Endler. La jugadora del Paris Saint-Germain -elegida mejor arquera de la Liga francesa en la última temporada- tuvo grandes intervenciones, sobre todo en el segundo tiempo. Con el pie, a manotazo limpio, de todas las formas posibles, Endler protegió su valla. Por esto fue elegida, además, como la Jugadora del Partido.

Un trámite de juego similar al de Argentina – Inglaterra del viernes, con una arquera sudamericana, otra vez, como protagonista. Luego del encuentro, en la zona mixta, Endler se refirió a esta situación y a Vanina Correa: «Vi su actuación, la verdad es que lo hizo muy bien, le mando un saludo y felicitaciones. Creo que ha hecho un trabajo increíble en los partidos que ha jugado y se ve que la escuela de porteras en Sudamérica es bastante buena, el estilo y el trabajo en general«.

Sudamérica en deuda

El camino de la Selección de Chile a éste, su primer Mundial, es similar al de la Selección Argentina. En 2016 La Roja desapareció del ranking FIFA por inactividad. En ese proceso, las jugadoras alzaron la voz y se organizaron. Con la ex jugadora de la selección Iona Rothfeld a la cabeza, en 2016 se conformó la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino de Chile.

En 2017 la Selección chilena volvió a entrenar y a jugar. En 2018 fueron subcampeonas en la Copa América que se realizó en su país y que les dio el pasaje a Francia. Hoy ocupan el puesto 39 en el ránking FIFA.

«Lamentablemente en Chile nunca ha tenido mucho apoyo el fútbol femenino, pero llegamos a un Mundial y estamos haciendo que las cosas cambien», señaló Endler luego de ser elegida Jugadora del Partido. «Estamos abriendo las puertas para que las niñas que quieran jugar al fútbol vean que se puede, que se puede jugar profesionalmente fuera de Chile pero que también estamos haciendo las cosas para que las condiciones mejoren dentro de Chile, para que pronto haya una liga profesional y nos den un poco más de importancia«.

Chile tuvo en frente al rival más fuerte. EEUU encabeza hoy el ránking FIFA, ganó ya tres mundiales, el Premundial Femenino Concacaf en ocho ocasiones, 10 copas Algarve y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos en cuatro de las seis veces que el torneo ha sido disputado. Las jugadoras son verdaderas celebridades en su país y su principal figura, Alex Morgan, hasta tiene su película (Alex & Me).

Aún así, y con las grandes diferencias en cuanto a resultados que existen con el seleccionado masculino -su mejor posición en un Mundial fue tercero en 1930-, el equipo femenino de Estados Unidos al completo presentó el pasado 8 de marzo una denuncia por discriminación salarial contra la federación de fútbol de su país. Así es, la autoridad del fútbol en ese país les paga menos que a los jugadores del equipo masculino y les da peores condiciones para jugar, entrenar y viajar.

En sus argumentos, la demanda explica que la Federación paga un mínimo a todos los jugadores del equipo masculino por partido que va de 5.000 a 17.000 dólares, dependiendo de la calidad del rival y sin importar el resultado del partido. Esa paga mínima no se ofrece a las mujeres. Solo cobran si juegan contra equipos entre los 10 primeros de la clasificación de la FIFA, y solo si ganan. No cobran empates ni derrotas, ni partidos contra equipos teóricamente débiles.

Con más o menos desarrollo, el fútbol femenino sigue peleando en todo el mundo por reconocimiento y condiciones igualitarias de trabajo. Las europeas y las yanquis están en otra posición respecto de las sudamericanas, quienes todavía luchan por condiciones mínimas como mantenerse en actividad, percibir viáticos y no tener que poner dinero de sus bolsillos para jugar y representar a su país.

Todas estas historias comienzan a brillar a la luz de los reflectores del Mundial de Francia. Una verdadera vidriera no sólo de estrategias, gambetas, caños y arqueras voladoras, sino de la lucha que las futbolistas de todo el mundo están dando para ser valoradas y apoyadas por sus federaciones y sus países.

 

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